“La suerte solo favorece a la mente preparada” Louis Pasteur
El negligente, el ignorante, y el indolente, como ven sólo los efectos aparentes de las cosas y no las cosas en sí, hablan de suerte, fortuna, y azar.
Al ver a uno hacerse rico dicen, «¡Que suerte tiene!»
Al observar a otro hacerse intelectual exclamarán, «¡Que favorecido es!» Y al notar el carácter santo y la gran influencia de otro comentarán, «¡Cómo lo ayuda el azar en cada momento!»
Ellos no ven los intentos y fracasos, y las luchas que ellos y ellas han enfrentado voluntariamente para ganar experiencia; no conocen los sacrificios ni los grandes esfuerzos que han hecho, la fe que han tenido para lograr lo aparentemente imposible, y para lograr la Visión de su corazón.
Ellos no saben de la oscuridad y la angustia; sólo ven la luz y la dicha, y la llaman «suerte».
No ven la larga y ardua jornada, sino sólo el logro placentero, y lo llaman «buena fortuna».
No entienden el proceso, sólo ven el resultado, y lo llaman «azar».
En todos los asuntos humanos hay esfuerzos, y hay resultados, y la intensidad del esfuerzo es la medida del resultado.
¡No la suerte!
Los talentos, poderes, y las posesiones materiales, intelectuales y espirituales son los frutos del esfuerzo; son pensamientos consumados, objetivos alcanzados, visiones realizadas.
La visión que glorifiques en tu mente, el ideal que se entrone en tu corazón: con esto construirás tu vida, en eso te convertirás.
Fuente: Adaptación del libro “Como el hombre piensa así es su vida” – James Allen
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