Antes de que esa costumbre te acabe.
- ALEJA LA PREOCUPACIÓN CON LA OCUPACION. Mantente siempre en actividad para que así expulses lejos a la preocupación. La actividad es un medio prodigioso para combatir las enfermedades del espíritu.
- NO TE DISGUSTES POR PEQUEÑECES. No permitas que las insignificancias, como destructores comejenes, derriben ese gran roble que es tu personalidad.
- EMPLEA LA LEY DE LOS PROMEDIOS. Pregúntate siempre: ¿Cuáles son las probabilidades más seguras de que ese mal que tanto temo, me pueda suceder? Si no es demasiado probable, no te asustes.
- COOPERA CON LO INEVITABLE. Si algo ya sucedió y no puede ya cambiarse, repite: «Así es, así fue; no puede ya ser de otro modo. ¿Para qué llorar por la leche derramada?
- PONLE UN LÍMITE AL TOPE DE TRISTEZA QUE UN MAL PUEDE PROPORCIONARTE, y de ahí para allá no permitas que te siga amargando la vida.
- DEJA DE ASERRAR EL ASERRIN. Deja que los muertos entierren a los muertos. Lo que ya sucedió irremediablemente no te puede seguir atormentando indefinidamente, porque eso sería fatal. Agua pasada no mueve molino.
- COLOCA TUS PROBLEMAS EN MANOS DE DIOS. El apóstol Pedro escribió esta bella frase «Colocad vuestras preocupaciones en manos de Dios, que Él se interesa por vosotros» Y si se interesa es que nos quiere ayudar y nos va a ayudar.
Dios es más fuerte y poderoso que todos nuestros problemas y preocupaciones.
La diferencia entre un triste y un alegre consiste en que el triste por cualquier nada se queja, y el alegre no se queja por nada.
Fuente: libro «Cómo vencer las preocupaciones» – Carnegie y Sálesman).
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